Paraguay tiene dos idiomas oficiales, pero el deseo habla en jopara: esa mezcla mestiza, vivaz y profundamente irreverente de guaraní y español. En esta lengua híbrida, el lenguaje sexual se convierte en una danza de metáforas, dobles sentidos y risas sabias, donde el pueblo transforma lo indecible en poesía pícara.
En los esteros, en las calles de tierra, en los karaokes de barrio y hasta en los memes, el paraguayo no habla del sexo como si fuera un tabú: lo disfraza de fruta, lo convierte en animal, lo nombra con ironía. El cuerpo se vuelve paisaje, herramienta o chiste. Y en ese arte de nombrar sin decir, hay más sabiduría que en muchos tratados de sociología.
Aquí va una selección real, usada, sabrosa. Algunas son tiernas, otras vulgares. Todas son espejo del deseo popular:
Ojopy chupe la yvyra – Le metió el palo (¡sin rodeos!).
Oikéma la jaguarete rehe – Está haciendo el jaguareté (una forma animal y apasionada de decir "está en plena acción").
Oñeity hína la kachiai – Está tirando polvo (del español “echar un polvo”, adaptado con sabor local).
Ojepoi hína la juky – Está tirando la sal (una metáfora algo mística para el clímax).
Oñembokapu hína – Se está disparando (eyaculación, versión western guaranítica).
Yvyra máta – Palo grueso.
Takuare’ê – Caña de azúcar (dulce y cortante, como debe ser).
Mbo'y – El que moja (imágenes sobran).
Kachiãi – El bicho (popularísimo, entre lo vulgar y lo cotidiano).
Kurusu – Cruce o "cruce peligroso" (¿quién dijo que el deseo no era geografía?).
Kunu’û renda – Lugar del cariño (tierna, sensual, potente).
Yvykua – Pozo de tierra (ancestral, directo, telúrico).
Tembiapo renda – Lugar de trabajo (con un guiño feminista involuntario... o no).
Ojepopo hese – Se le trepó encima (más claro, agua).
Oñembotavy hese – Se hace el tonto para estar cerca (una estrategia clásica del levante).
Ore rotopa hína ñande pópe – Nos estamos tocando (versión softcore del cariño carnal).
Ha’e la pypegua – Es de él por dentro (posesión íntima, vieja escuela).
“Mba’épa nde tavy, ndépa reikuaase mo’ã la kachiãi rehe...”
(“Qué tonto sos, y vos que no sabías lo del bicho…”): dicho usado cuando alguien "se da cuenta" de lo obvio en cuestiones del deseo.
“Pe mitã sa’yju katu opoko hína la che py’áre”
(“Esa rubiecita me está tocando el corazón”): traducción poética de estar caliente hasta los huesos.
“Upe karai hína ojapo gueteri la chesê rehe”
(“Ese tipo sigue fantaseando conmigo”): forma elegante de decir que alguien sigue "haciéndose la película".
“Pe kuña oguereko peteĩ yvykua ipyahúva gueteri”
(“Esa mujer tiene un pozo de tierra todavía nuevo”): una manera polémica y machista de referirse a la juventud sexual de una mujer… pero tan usada como criticable.
“Ojapo chupe la ky’a reheve”
(“Le hizo el amor con toda la suciedad”): forma expresiva de decir que fue rudo, intenso… o simplemente sin filtro.
En Paraguay, el púlpito y el pueblo no hablan el mismo idioma. Mientras desde el altar se exige abstinencia, en la calle se ríe del “kachiai”. La doble moral no es un secreto: es la regla del juego. Por eso, el lenguaje sexual popular es también una forma de resistencia, de catarsis y de crítica soterrada.
El cuerpo no es solo objeto de deseo: es sujeto de humor, memoria e historia.
Porque habla de cómo sentimos sin decirlo, de cómo el pueblo narra lo que los libros callan. Estudiar estas jergas es explorar una cartografía del deseo paraguayo, donde la lengua es placer, juego y a veces refugio.
También es una forma de reconocer la belleza brutal y creativa del hablar popular: donde una vagina puede ser “el lugar del cariño” o “el pozo de tierra”, y ambas imágenes pueden coexistir con gracia y desparpajo.