Hay temas que se murmuran en voz baja, se buscan en incógnito y se niegan en público. Uno de ellos es el mercado de las escorts en Paraguay.
Y sin embargo, mientras los noticieros abren con discursos sobre valores familiares y las redes sociales se llenan de frases edificantes, las páginas de acompañantes crecen a un ritmo que haría sonrojar al mismísimo Silicon Valley.
Pongámoslo en cifras aproximadas (porque, claro, no hay estadísticas oficiales sobre esto):
Miles de paraguayos –hombres y mujeres, políticos y obreros, solteros y casados– navegan a diario en busca de encuentros discretos, experiencias sexuales o compañía remunerada. Lo hacen desde celulares en oficinas, desde notebooks en departamentos céntricos o desde tablets en barrios cerrados. Algunos con culpa, otros con ansiedad y otros, simplemente, con la tranquilidad de quien sabe lo que quiere.
En ese ecosistema digital del deseo, 69.com.py no es solo un sitio web: es el referente número uno de escorts en Paraguay.
Pero antes de explicar por qué, vale la pena hacer un recorrido por el contexto, los contrastes sociales y las ironías nacionales que explican cómo llegamos hasta aquí.
Paraguay es un país donde los rezos son públicos, pero las infidelidades privadas; donde se condena la sexualidad explícita en los medios, pero se consume pornografía en silencio; donde la prostitución está tolerada de facto, aunque apenas regulada y casi nunca reconocida como actividad laboral.
Es un país donde el doble discurso es una forma de cortesía social.
Las estadísticas oficiales dicen poco o nada sobre el mercado sexual en Paraguay. Pero basta recorrer ciertas calles, escuchar ciertos relatos o mirar los anuncios online para entender que el fenómeno está lejos de ser marginal.
Asunción, Ciudad del Este y Encarnación son, hoy por hoy, epicentros de un mercado sexual tan activo como silenciado. Y como ocurre en toda América Latina, el salto al mundo digital no tardó en llegar.
Aquí es donde entran en escena las páginas web de escorts.
Hace 20 años, el que buscaba compañía sexual tenía que recurrir a cabarets, whiskerías o ciertos bares donde el código tácito era conocido por todos los habitués. Hoy, todo eso quedó reducido –en muchos casos– a un recuerdo kitsch o a un escenario para la nostalgia de los veteranos.
El nuevo burdel es digital. Y está a un clic de distancia.
Las páginas de escorts permiten algo que la vieja noche física no podía:
Elegir desde la comodidad de un sillón,
Comparar perfiles, fotos y precios,
Filtrar por ubicación, servicios o preferencias,
Y sobre todo, evitar el juicio social de ser visto “buscando”.
Como suele pasar con la tecnología, la oferta sexual se volvió más accesible y menos arriesgada (al menos en términos de exposición social). Lo que antes implicaba recorrer calles, ahora se resuelve con un scroll.
Y entre todas las plataformas que ofrecen este servicio en Paraguay, 69.com.py destaca por razones que van mucho más allá del número de anuncios.
A simple vista, uno podría pensar que el éxito de un portal de escorts se mide en cantidad de avisos o tráfico web. Pero eso sería quedarse en la superficie, como analizar una botella de vino solo por la etiqueta.
69.com.py es el líder del mercado por una combinación de factores estratégicos, sociales y tecnológicos que lo hacen superior a la competencia.
Veamos por qué:
Mientras otros portales intentan disfrazar el negocio con palabras ambiguas ("servicios de masajes", "acompañantes de eventos", "compañía elegante"), 69.com.py llama a las cosas por su nombre.
No es una web de salud holística ni un catálogo de modelos para publicidad. Es un portal de escorts, punto.
Y esa honestidad brutal, en un país donde todo se esconde detrás de un velo de hipocresía, resulta paradójicamente refrescante.
Es como entrar a una carnicería y que el carnicero te diga sin rodeos: “Acá vendemos carne, no flores”.
El sitio permite buscar acompañantes por ciudad y barrio, facilitando encuentros sin largas travesías ni pérdida de tiempo. En Asunción, por ejemplo, se puede filtrar por zonas como Villa Morra, Carmelitas o el Centro.
Esto, aunque suene simple, es un detalle crucial en un país donde el tráfico y la inseguridad urbana son factores a considerar.
En 69.com.py se encuentra una diversidad de anuncios que refleja la pluralidad del deseo paraguayo.
Mujeres, hombres, trans, parejas.
Perfiles para quienes buscan experiencias VIP y para quienes prefieren un encuentro sin tantas vueltas.
Desde universitarias que pagan sus estudios hasta profesionales del placer con años de experiencia.
El deseo es diverso y el portal lo entiende.
A diferencia de otras páginas con perfiles abandonados o datos desactualizados, 69.com.py mantiene un sistema de verificación y actualización frecuente. Los anuncios caducan si no son renovados, lo que evita el típico problema de "llamé y ya no está disponible".
Además, el sitio se preocupa por la seguridad digital: el acceso es rápido, pero los datos personales se protegen. No hay registros obligatorios para mirar perfiles, lo que garantiza el anonimato de los usuarios.
Este es un punto más sutil, pero quizás el más interesante: 69.com.py se ha convertido en un ícono cultural del mercado sexual online paraguayo. Es el sitio al que se acude “por default”, el primero que se menciona en cualquier conversación (discreta) sobre el tema.
Es, si se quiere, el "Google" del placer por cita en Paraguay.
Aquí vale detenerse un momento para contemplar la antítesis más llamativa de todas:
69.com.py crece al ritmo en que la sociedad paraguaya se declara cada vez más conservadora.
Mientras los discursos públicos defienden la familia tradicional y se legisla contra la educación sexual en escuelas, el mercado de escorts prospera en paralelo, casi con naturalidad.
Es la clásica escena de la doble moral: en el desayuno, Biblia; en la noche, 69.com.py en el historial del celular.
Y este no es un fenómeno exclusivamente paraguayo, claro. Pero en Paraguay tiene matices particulares:
Una cultura profundamente católica, donde el pecado sexual es el gran tabú.
Una clase política que juega a la pureza moral mientras el placer se negocia en privado.
Un sistema legal ambiguo, donde la prostitución no es un delito, pero tampoco está plenamente regulada.
Es decir: el mercado sexual existe, pero se prefiere no hablar de él en público.
Más allá de la función explícita (facilitar encuentros entre adultos que acuerdan servicios sexuales remunerados), portales como 69.com.py cumplen un rol social no menor: normalizan, ordenan y modernizan una actividad que siempre existió, pero que ahora se digitaliza.
Pensemos en esto como en la transición de un mercado medieval al e-commerce. Antes, la oferta sexual estaba concentrada en ciertos espacios físicos: prostíbulos, whiskerías, saunas con cartelitos discretos. Hoy, esos mismos servicios están a un clic, con información clara, sin necesidad de mediadores presenciales.
El cliente se convierte en usuario.
La transacción se profesionaliza.
El encuentro se vuelve más seguro y eficiente.
¿Es esto bueno o malo? La respuesta no es simple.
Depende de a quién se le pregunte, y desde qué lugar moral, ético o práctico se mire el asunto.
Nadie puede negar que el trabajo sexual tiene zonas grises y riesgos importantes: trata de personas, explotación, precariedad, estigmatización.
Pero aquí hay un dato clave: las páginas de escorts no crean el problema, sino que visibilizan un mercado que ya existía. Y al darle un canal organizado, con información directa, pueden –en algunos casos– disminuir los riesgos de violencia o explotación.
Una escort que maneja su perfil en 69.com.py decide cuánto cobra, qué servicios ofrece y a quién acepta como cliente. Tiene, al menos en teoría, más control sobre su trabajo que alguien obligada a depender de un proxeneta en un cabaret clandestino.
Por supuesto, esto no significa que el mundo digital sea una panacea. Hay engaños, hay abusos, hay trampas. Como en cualquier mercado libre, la regla es "caveat emptor" (que el comprador tenga cuidado). Y lo mismo vale para quien ofrece el servicio.
Si uno escucha a ciertos sectores de la sociedad paraguaya, parece que el país está compuesto exclusivamente por devotos, familias tradicionales y personas de costumbres impolutas. Pero las cifras de consumo de contenido adulto, el tráfico en páginas como 69.com.py y las conversaciones privadas pintan otra realidad.
¿Quiénes usan estos servicios?
Políticos en campaña que hablan de valores, pero negocian citas por Telegram.
Empresarios de traje que durante el día se indignan por la decadencia moral, pero por la noche agendan encuentros discretos.
Hombres y mujeres comunes, que buscan sexo sin complicaciones, compañía o simplemente explorar una fantasía.
Es decir: los mismos que en público reniegan del sexo tarifado, lo consumen en privado como quien compra un vino importado pero no quiere que lo vean.
Nos guste o no, el negocio del placer siempre fue parte del tejido social. La diferencia es que ahora, en la era digital, se volvió más visible y más eficiente.
**69.com.py lidera ese cambio en Paraguay no porque sea el único, sino porque entendió mejor que nadie cómo funciona la naturaleza humana cuando se mezcla con internet:
rapidez,
discreción,
variedad,
y sobre todo, acceso sin culpa aparente.**
Quienes quieran negar esta realidad, pueden hacerlo. Pero será como tapar el sol con un dedo: tarde o temprano, el deseo encuentra su cauce, y la tecnología lo acompaña.
69.com.py no es un capricho digital ni un escándalo pasajero. Es el reflejo de un país que sigue prefiriendo el placer en privado, mientras defiende la pureza en público.
Y en ese juego de contradicciones, el portal más famoso de escorts en Paraguay se convirtió, irónicamente, en el lugar más sincero de todos.